viernes, 28 de enero de 2011

Regeneracionismo y educación

Texto:
Suele sostenerse por algunos historiadores que la etapa regeneracionista y de la baja Restauración  de nuestra reciente historia de la educación es la historia de un triste fracaso colectivo que llevará, junto a otros factores, ni más ni menos, que al  trauma o ictus de una horrorosa guerra civil que aún colea. (Bernardo Ceprián Nieto, profesor de Política Educativa Contemporánea)

Comentario:     
           
                Quizá los historiadores que relacionan el fracaso colectivo de la etapa regeneracionista y de la Baja Restauración con las causas que desataron la guerra civil no vayan desencaminados. Aunque, según parece, no fuera ni mucho menos la causa única ni la más directa.

                Más bien lo describiría así: una figura construida con fichas de dominó que se empieza a destruir, y la primera empuja a la siguiente hasta que toda queda destruida. Antes de caer la última ficha, habían caído ya las de los programas educativos regeneracionistas, la reforma pedagógica, las nuevas ideas liberales…

                Desde luego, nuestra historia de la educación desde principios del siglo XX ha sido reflejo de la ajetreada vida económica y política del país, pero además la sociedad, la cultura y la vida española marcaron las nuevas estructuras escolares y la nueva filosofía educativa. De hecho, desde la ILE, sabían que “la nueva idea de España se debe inculcar desde la escuela” que desempeña un papel fundamental en los cambios sociales. Es decir, la regeneración era también un tema educativo.

                El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes no se dedicaba a asuntos meramente administrativos, sino que sus competencias abarcaban cuestiones de mucha más trascendencia. En muchas ocasiones la legislación educativa se convirtió en foco de discusiones político-ideológicas.

                Por ejemplo, la incesable cuestión religiosa en la educación, no fue solo una discusión sobre los métodos de enseñanza entre escuelas públicas y privadas, sino todo un proyecto político con influencias inevitables en la economía y la sociedad (escuelas de pobres y de ricos, enfrentamientos ideológicos, etc.). Cuando las nuevas doctrinas hacían referencia a la coeducación, la bondad natural del hombre, la indiferencia religiosa (secularización y laicismo en la enseñanza del gobierno republicano, que se plasmaría en las leyes posteriores y la Constitución de la II República) y las explicaciones científicas contradecían directamente el dogma católico. Las relaciones entre Estado e Iglesia, tensas y enfrentadas, no cesaron en todo este período.

                Los miembros que conformaban el Ministerio de Instrucción Pública, intelectuales de renombre, dejaron su impronta en las leyes y en las instituciones que crearon, como la Junta de Ampliación de Estudios, cuyo objetivo era el fomento de la investigación de los universitarios españoles en el extranjero. (Aunque los cambios de ministros en esta cartera en el primer tercio del siglo hacían vulnerable a la instrucción pública, se iniciaron muchos cambios). Importantes iniciativas, pero todo ello agudizado por los desacuerdos de ideologías opuestas y la crisis económica, agravaba el malestar social y la angustia del pueblo.

                Como siempre, las reformas educativas se conformaban según los planteamientos del partido en poder, generando un clima de polémica en materia de enseñanza (tradición frente a reforma) aún reconociéndose la necesidad de renovación educativa del país. Transformar la sociedad española significaba potenciar la alfabetización, la escuela y la universidad.

                Diferentes iniciativas para mejorar la educación popular florecieron en esta época, pero los esfuerzos no dieron los resultados esperados. Me viene a la mente la reciente novela de Javier Pérez Andújar, “Todo lo que se llevó el diablo”, que representa el ideal progresista de unos maestros que se inscriben en las Misiones Pedagógicas, cuyo entusiasmo choca con la realidad de aquel tiempo, y que representa el carácter utópico de muchas de las reformas en este periodo.

                La instrucción se convirtió en medio y agente de cambio social. La educación y la cultura se convirtieron en el mejor modo y en el medio más eficaz para implantar una ideología determinada y los valores sociales, políticos, económicos, morales… de un modelo concreto de vida.

                La educación se había convertido en un movimiento socioeducativo que hacía de la escuela “el arma ideológica de la revolución española”, de ahí que la indignación del pueblo pasara por ella.

                Entre las funciones del Estado aparece la enseñanza como una tarea de afirmación ciudadana, por tanto ese sentimiento de fracaso colectivo posterior del que hablan algunos historiadores, fruto de la divergencia entre liberales y conservadores, podría haber formado parte del detonante de una desoladora guerra, las primeras fichas del “efecto dominó”.

                Sin embargo, la idea que se plantea en esta pregunta en cuanto al fracaso, se tambalea cuando hablamos de algunas potentes iniciativas “regeneradoras” que perduran hasta nuestros días, como la Residencia de Estudiantes de Madrid, que se creó en 1910. La educación avanzó en este período y desde el Estado se crearon instituciones que impulsaban esa modernización, como la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas, la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, la Dirección General de Primera Enseñanza, la Residencia de Señoritas, el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Escuela, etc.

                Pero tampoco debemos olvidar las iniciativas y aportaciones privadas, como las  Escuelas racionalistas, Ateneos, Casas del Pueblo, Escuela Nueva de Núñez Arenas, Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, o las llevadas a cabo por Andrés Manjón o Pedro Poveda, además de las de la Institución Libre de Enseñanza.

                En la Baja Restauración, se tomaron una serie de decisiones encaminadas a mejorar la estructura y condiciones del Sistema Educativo; por ejemplo, se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (1900), se amplió la escolaridad obligatoria de los nueve a los doce años, se asumió el pago de los maestros por parte del Estado (1901), se creó una cátedra de Pedagogía Superior en la Universidad de Madrid (1901), se reformaron los estudios del Magisterio y de la Inspección de Primera Enseñanza, se creó la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio (1909), la Junta de Ampliación de Estudios en 1907, la Residencia de Señoritas (1915), el Instituto de Escuela (1918), el Centro de Estudios Históricos, etc.

                En la etapa republicana, sobre todo en el primer período, la educación adquiere un gran protagonismo: construcción de escuelas, Misiones Pedagógicas, formación del Magisterio, elevación de los estudios de Pedagogía, acceso a todos los niveles, gratuidad, escuela unificada…

                Ministros de Instrucción Pública como Marcelino Domingo o Fernando de los Ríos fueron también buenos impulsores de la renovación de la pedagogía que se traduce en una modernización cultural y social, que proviene del impulso de cambio y que genera nuevas escuelas, aumento de la plantilla del magisterio nacional, un enfoque más cultural y menos ideológico en las aulas, una reestructuración de las escuelas, reducción del analfabetismo, etc.

                Pero las esperanzas que habían brotado de las renovaciones pedagógicas en los años anteriores fueron cortadas de raíz en el régimen franquista, ya que la filosofía en la que se apoyaban (individualidad, iniciativa personal, espíritu crítico y democrático…) era “ajena a cualquier encasillamiento confesional y nacionalista de cortas miras”.  La doctrina que se impuso, la vuelta al obsoleto ideario educativo de Napoleón, y el espíritu vengativo, afectó de nuevo al ánimo de todo el país.

                Para concluir, creo que lo más importante de este periodo fue el sentimiento renovador y de crecimiento intelectual que quedó plasmado en muchas obras e iniciativas que supusieron avances importantes; aspectos relevantes que influyen en la educación actual, como los esfuerzos por la escuela inclusiva, gratuita y laica.

                Sin embargo no hay duda de que una de las principales causas de la guerra fue la división existente en el terreno ideológico de los españoles. La separación política, que se inicia a finales del siglo XIX, alcanzó su auge durante la Segunda República. Durante este período se formaron dos grupos antagónicos, contrarios y enemigos a muerte. Así, los republicanos, liberales y obreros se enfrentaron en la trágica guerra a los tradicionalistas, católicos y nacionalistas, todos imbuidos del regeneracionismo.

Elena Ortiz Carrasco



BIBLIOGRAFIA
~         CAPITAN DIAZ, A., Historia de la Educación en España, T. II: Pedagogía contemporánea, Dykinson, Madrid, 1.991. (Páginas 371-569)
~         DELGADO, B. (ed.), Historia de la Educación en España y América.T. III: La educación en la España Contemporánea (1.789-1.975), Ed. Fundación Santa María- Ediciones SM, Madrid, 1993. (Páginas 523-682)

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