miércoles, 9 de noviembre de 2011

Psicología De La Personalidad

Ensayo
Aproximaciones teóricas al estudio de la personalidad

            El otro día estaba hojeando una revista en la sala de espera de mi dentista y leí algo que me llamó la atención. Era un artículo sobre criminología y hablaban del perfil de un delincuente. “…Desde hace varios decenios, los encargados de la ejecución penitenciaria en España acogen -más o menos- cuatro rasgos principales de la personalidad del delincuente: egocentrismo, labilidad emocional, agresividad e indiferencia afectiva.” Además, añadían rasgos físicos a esa descripción: “son jóvenes y varones”.

            En ese momento estábamos estudiando en clase la teoría de los rasgos, y de repente me vinieron a la cabeza las teorías disposicionales: “la explicación y predicción de la conducta se basa en la identificación de aquellas variables personales responsables de la conducta de las personas”. ¿Podrían las teorías de Cattell, Eysenck, Gray o Zuckerman, a través de los cuestionarios de personalidad, predecir quien va a delinquir? Si mediante al análisis factorial se pueden conocer los intereses de una persona, si puede “predecir lo que una persona hará cuando se encuentre en una situación determinada” (R.B.Cattell, 1950), ¿no podríamos saber, si analizáramos a toda la población, qué personas son delincuentes y controlar el crimen?

            Me di cuenta que en el artículo habían dejado una pista para descubrir a los posibles criminales. En la esquina inferior derecha de la página podía leerse: “los rasgos, según Eysenck, de la personalidad del delincuente serían elevada extraversión (personas activas e impulsivas), alto neuroticismo (excitabilidad autónoma) y psicoticismo alto”. Ya tenía más información.

            Salí del dentista fijándome en todos los jóvenes varones que pasaban a mi lado, mientras pensaba si algunos de mis conocidos eran egocentristas, agresivos, inestables o indiferentes afectivamente. No fuera a ser que me atacasen.

           Cuando llegué a casa, sana y salva por cierto, a pesar de los muchos jóvenes varones que se cruzaron en mi camino, me vino una idea a la cabeza.  ¿Cómo sería el perfil de un delincuente según el modelo de los Cinco Grandes? Seguro que siguiendo la descripción de la personalidad que ofrece podría hacer un filtro más exhaustivo de los delincuentes de mi entorno.

                 Encontré un estudio de Fierro y Ortiz-Tallo (en Psicothema. 2006. Vol. 18, nº 3, pp. 459-464, “Factores de personalidad y delitos violentos”). Partían de la siguiente hipótesis: “se espera que los sujetos violentos obtendrán puntuaciones significativamente más bajas en los factores de estabilidad emocional, tesón y afabilidad, mientras las tendrán más altas en el factor de extraversión.” Los resultados[1], tras analizar la energía (extraversión), la afabilidad (amabilidad), tesón (responsabilidad), estabilidad emocional (neuroticismo) y apertura mental (apertura a la experiencia) concluyen “los datos del estudio no es posible postular un perfil específico de personalidad de los delincuentes. Las diferencias sólo son significativas en el factor energía, que suele interpretarse como extraversión.”


          Esa noche mi hermana estaba viendo “Celda 211”. Yo ya la había visto. Un funcionario de prisiones de lo más normal acaba matando a un policía, después de haberse hecho pasar por preso durante una semana. Esto me hizo pensar en que este hombre, criminal por haber matado, no se correspondía con la descripción de mi delincuente egocentrista y agresivo.

            Me sentí mejor cuando me di cuenta de que, aunque hubiera tenido el perfil de comportamiento del delincuente según el modelo de los Cinco Grandes, no me hubiera servido de mucho. Ni analizaba a la persona en su totalidad ni tenía en cuenta el contexto situacional. ¿Hubiera matado el protagonista de la película a ese policía en una situación diferente? Seguramente no.

            Entonces pensé en Bandura y Mischel, buscando algo que me diera más pistas para identificar a un delincuente en las teorías cognitivo-sociales. Pensando en “Celda 211” recordé una frase que había oído en mi clase de psicología de la personalidad: “modificamos el entorno y éste nos modifica también”. Esta afirmación parece que se ajustaba más a la explicación del comportamiento del protagonista de la película. Él no era violento, y seguramente ningún test le habría pronosticado conductas violentas, pero en ese momento, en esas circunstancias, lo fue. Observó y adaptó su conducta, respondiendo a los aspectos psicosociales de la autoeficacia (Bandura, 1977[2]) y un elevado auto-control (Mischel, 1973). Si bien afectan además otros motivos por los que este personaje llega a matar a una persona.

            Volviendo a mi perfil de delincuente y a las teorías cognitivo-sociales, pensé que su situación vital debía ser muy negativa. Según Bandura (1986): “La conducta que se presenta ante un individuo es un modelo de acción posterior para el que participa de observador y posteriormente de actor”.  Si los distintos contextos sociales son los responsables de activar procesos cognitivos básicos que son los que determinan, en interacción con determinados aspectos emocionales, el patrón conductual que las personas manifiestan, el  entorno que rodea a un delincuente no puede ser muy positivo. O bien los modelos simbólicos (aprendizaje por observación, vicario) en los que se fijaba eran también criminales (padres, madres, cuidadores, videojuegos, etc.).

            En experimentos clásicos se demuestra la existencia de la imitación en respuestas que antes de ser exhibidas a un observador no se presentaban, y que sin embargo al ser expuestos de manera intencional a imágenes violentas, se generaron respuestas de tipo agresivo y violento similares a las expuestas de manera gráfica (Bandura, 1963).

            Definitivamente no conocía a nadie con ese perfil. Podía estar tranquila. Pero me quedé pensando en ese delincuente, que más que miedo ahora me suscitaba interés. Incluso me causaba cierta pena. Pensando en el determinismo recíproco de Bandura (1979) podría ser posible que una persona ejecute, incluso forzadamente, un acto delictivo, o que sea víctima de él.

            Podía atribuir el por qué de su conducta a la hipótesis de modelos disruptivos. ¿Pero qué motivos llevan a esas personas a comportarse así? Quizá las teorías motivacionales me ayudarían a resolver esa cuestión. Puede que los ladrones tengan motivos más claros: no tienen dinero, necesitan robar para comer, no trabajan… Pero por ejemplo, los delincuentes juveniles pandilleros que se dedican a ir dando palizas a otras personas, ¿cuál es su motivación?

            En un estudio de la facultad de Psicología de la Universidad Americana (“Motivación a la delincuencia”, P. Gómez Sarmiento, 2007), además de los factores familiares, socioeconómicos y psicológicos, mencionan “Si la tarea es fácil cualquier delincuente puede cometer cualquier tipo de delito, porque solamente necesita la motivación, la oportunidad, la racionalidad para hacerlo.”

            En otro estudio (“Factores psicológicos asociados al trastorno de la personalidad antisocial”, A. Tapias, E. Yomara, S. Esperanza) se menciona la motivación de autojustificación, motivación por experimentar sensación de control o poder y motivación por experimentar vitalidad. Interesante

            ¿Y su motivación de logro, poder o afiliación (Murray, 1938)? Supongo que para algunos predomina la simple pertenencia al grupo, que de esa forma les permite proporcionarse seguridad (motivación de afiliación); para otros son más las actividades o logros del grupo (motivación de poder), en tanto, que para otros más es primordial el reconocimiento social (motivación de poder y  afiliación). Así, un delincuente tiene ciertas normas y valores a las que tiene que someterse. En cuanto al logro, su motivación es escasa: las expectativas de éxito son prácticamente nulas.

            El nuevo perfil de delincuente que me iba formando ahora era muy diferente. Le pregunté a una amiga: ¿cómo crees que podría ser la personalidad de un delincuente? Ella me contestó con varios adjetivos y al final añadió: seguro que es drogadicto y fracasa escolarmente. Esto me hace pensar en las atribuciones, y en la integración cognitivo-motivacional de la personalidad.

            Recuerdo que mi hermana, una buenísima estudiante, nunca se presentaba a los concursos por miedo a perderlos, ya que el temor al fracaso era mayor que la necesidad de logro en esta situación concreta.

            ¿Qué atribuciones haría el delincuente? ¿Cómo se relacionan las causas que nos dan los sujetos con las dimensiones causales de locus, estabilidad y controlabilidad (Weiner, 1987)? La incontrolabilidad hace que surjan sentimientos de ira, pena, y culpa; la causalidad, atribuida a causas externas (suerte, dificultad), provoca reacciones emocionales negativas; y la inestabilidad hace referencia a una predicción de reincidencia.

            ¿Se trataba de situaciones de pérdida de control? ¿Podría tratarse de una reactancia psicológica? Este comportamiento puede observarse en los delincuentes. Un intento demasiado obvio de imponer la conformidad a las normas de un grupo puede producir el efecto contrario entre sus integrantes, de manera que estos sigan una dirección independiente para no seguir al grupo (Brehm, 1966). Sirve como explicación a la reacción del protagonista de “Celda 211”.

            Quizá mi delincuente había desarrollando conductas de indefensión aprendida (Seligman, 1978), pensando que ya no podía hacer nada para cambiar su situación. Como una víctima de sí mismo. ¿Se sentiría atrapado, impotente? Quizá sólo necesite a alguien optimista a su lado, que le diga que puede hacer lo que se proponga y que puede mejorar su vida tanto como quiera.

            Ahora me gustaría encontrarme con ese delincuente, y hacerle miles de preguntas.




“Mi alma pareció, de repente, arrancarse de mi cuerpo
y una violencia demoniaca, alimentada por la ginebra,
hizo vibrar todas las fibras de mi cuerpo.
Saqué del bolsillo una navaja y, 
cogiendo a la pobre bestia por el pescuezo,
¡le arranqué un ojo!

Edgar Allan Poe, “El Gato Negro”


[1] Con objeto de analizar las diferencias en las variables de bienestar personal (EBP), adaptación social (EAS) y los «cinco grandes» factores de personalidad: energía, afabilidad, tesón, estabilidad emocional y apertura mental entre el grupo delictivo y el grupo control.
[2] Es interesante leer la definición de Bandura de “Autoeficacia para Delinquir” (2000) En “autoeficacia y delincuencia” E.Garrido, C. Herrero, J. Masip Pallejá.Universidad de Salamanca)

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